Bajo el nombre de ‘Cucaracha vieja’, el escritor guayaquileño Rafael Zanabria bautizó su novela, la cual se presentará el 18 de enero en el Aula Benjamín Carrión de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), a las 19:00.
Para conocer más detalles de este trabajo literario conversamos con el autor, quien abrió su mente y corazón al recordar su infancia y juventud en barrios marginados de Guayaquil.
¿Cuál fue la iniciativa para empezar a escribir esta novela?
Me crié en un barrio bien humilde y pobre de Guayaquil. Y no soy el único, cuando hablamos de superación no es Rafael Zanabria el único que ha luchado contra la pobreza y se ha superado, miles de niños lo hacen así.
¿En su caso qué le permitió superarse y convertirse en escritor y abogado?
Hubo una madre decididamente fuerte, de carácter enérgico y un padre que a buena hora aportó. Pero vemos que en este mundo esto no es muy común. El otro día escuchaba que una señora decía: ‘Cuando el bono era de 12 dólares yo tenía un hijo, ahora que ya subió tengo seis’, pero quién le dio el derecho a esta señora de traer niños en esas condiciones.
¿Este tipo de historias son las que contiene ‘Cucaracha vieja’?
Sí, niños pobres que se enfrentan a un medio durísimo y que para sobrevivir tienen que convertirse en unas cucarachas. Sé que este animal antes de los dinosaurios vivía y aún siguen vivas. Eso significa que tiene una gran capacidad de adaptación, de lucha, de mantenerse en el medio.
¿Seguramente de la mano del tema de la pobreza aparecerá la delincuencia?
Claro que sí, es decir el niño en los barrios suburbanos no tiene sino como amigo a un delincuente. A lo mejor si el chico llega con dinero a la casa, la madre no le dice de dónde traes esta plata, sino que nos sirve para comer. Entonces el chico sabe que él, como sea que haya conseguido el dinero, está aportando para que su familia coma.
¿Cuál es el objetivo de su novela?
Sacar mis experiencias, mis conocimientos de un barrio. Desde los 7 años he trabajado para ser un escritor, aquel que deja un retrato de su tiempo y de su espacio. Ojalá que mi libro perdure.
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