Luis
Viracocha y el lenguaje espiritual de las piedras.
Por:
Arahí Vega V.
Cuenta una leyenda
que el Dios incásico Viracocha, Dios llorón,
estaba triste al ver que sus hijos se encontraban separados por las
ambiciones terrenales. Entonces bajó y enseñó a sus descendientes el arte de
labrar la piedra y ellos en agradecimiento le construyeron sus templos.
Es medio día. En su taller, que está en el patio de su
casa, se encuentra esculpiendo una de sus nuevas obras. Será la luna.
Con un pantalón de tela blanco, cabello largo y negro,
barba y pequeño, Luis Viracocha empieza a contar cómo es que descubrió el
lenguaje de las piedras.
Luis Viracocha, artista quiteño, esculpe las piedras
desde hace medio siglo. Aunque, entre risas comenta que desde el vientre estaba
destinado a ser escultor, ya que cuando su madre estaba embarazada sentía las
patadas de Luis cada vez que su padre, también artista, picoteaba una piedra.
Tallando las piedras del Guagua Pichincha y de
canteras de San Antonio, el padre de Luis fue un escultor geométrico y
figurativo. Por otro lado su madre, María Isabel Quishpe, hacia piedras para
moler.
Con una manera confusa pero a la vez mística Viracocha
cuenta que desde hace siete mil años su
familia da vida a las piedras, desde que el Dios Viracocha, designó a los
miembros de su familia como encargados de cuidar las piedras sagradas. Todos
los varones de su familia poseen esta habilidad de tallar y convertir con sus manos la dura, áspera y
fría piedra en obras de arte. Por eso, en honor a los Viracocha, la calle en
donde vive, en la Real audiencia, al norte de Quito, tiene como nombre ´Escultores´.
La primera vez que tomó un martillo fue a los cuatro
años, hoy a los 59 no pará de dar forma a las piedras y al mármol.
Al terminar el colegio le dijo a su padre que iba a
estudiar artes en la universidad central, su padre le respondió que primero
vaya a la “pluversidad”. Luis confundido preguntó, ¿qué era la “pluversidad”? a lo que su padre respondió:
“La búsqueda en los montes, en las cuevas, los ríos y en el mar, las piedras
siempre están entre nosotros, ellas nos hablan para que podamos alcanzar su
esencia”.
Siguiendo el consejo de su padre, Luis se aventuró por
el país y así aprendió a reconocer la textura de cada piedra pero sobre todo su
espiritualidad. Desde entonces al igual que su padre considera que la
naturaleza es la mejor maestra de la vida.
Marta García, su esposa, cuenta mientras en su rostro
se dibuja una semisonrisa, que ya sea en carro, bus o canoa Viracocha recorre
el país en busca de “su oro” piedras grandes o pequeñas, cualquiera que sus
manos ásperas y arrugadas puedan dar forma. “Las formas al igual que las piedras
son infinitas”, dice Viracocha.
En
sus creaciones se representa la figura humana y la naturaleza. El artista
sostiene que puede revelar el alma de las piedras, descubriéndola a través del
tallado que poco a poco va tomando forma de mujer, de luna o de flor.
“Lo mío es destino, lo llevo en la sangre, lo mío es
vocación de escultor”. Luis Viracocha Quishpe, sostiene que su destino era el
dar vida a la piedra, que la naturaleza le enseñó todo. Sin embargo, con sus
obras a recorrido el mundo y a ganado becas en reconocidas escuelas de arte de
Roma, París y Atenas.
Viracocha
busca llegar al ser, al hombre y a la mujer
mediante lo que él llama “lenguaje
espiritual de las piedras”.
“Pretendo
golpear conciencias, ya que cada vez la sociedad está más estereotipada, materializada,
ciega por el consumismo y perdida en la tecnología, lo que provoca que se descuide el arte y la sensibilidad”.
Luis en su taller |
Las primeras creaciones del escultor se
caracterizaron por tener un estilo figurativo, luego evolucionó hacia lo
abstracto, descubriendo que al tallar las piedras, estas encierran un
simbolismo ancestral. Este simbolismo hace de cada piedra una forma única, que traspasa lo inerte y cobra vida al ser
tallada.
“Cuando
estoy en una exposición, en la noche yo me quedo solo con mis piedras, les
pregunto que sienten, converso con ellas”, dice Luis. “Ellas me responden a
través de la energía”.
Su
última exposición en el Ecuador fue en junio del 2012, para Luis una
experiencia que le apena, ya que pocos fueron los visitantes que se dieron cita en la
exhibición. Para Joaquín Arévalo, estudiante de arte, Luis es un maestro sin
embargo, en el Ecuador no se tiene una cultura artística, lo que provoca que
las personas no se interesen en eventos
como este.
El atardecer llega y Luis empieza a limpiar una de sus
piedras, mientras la manipula la observa con determinación, la levanta, le da
vuelta, intenta encontrar el ángulo perfecto.
“No me molesta que no compren mis creaciones, todo lo que
hago es por amor al arte, sin embargo en
países europeos la gente hace grandes filas por ver mi obra, es decepcionante
que en mi país sea todo lo contrario”, con
enfado dice Viracocha.
A pesar de esto Luis está convencido que el arte es amor
y convicción. “Mis piedras me reaniman, a veces pienso que yo no les doy vida a
ellas, sino que ellas me dan vida a
mí”.
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